Que después de una jornada de trabajo en la que sentarse a comer no ha sido posible le comentes a tu hermana "lo que daría ahora por un mole poblano, por unos tacos de..." y que la chica que lleva trabajando contigo todo el día nos escuche y responda: ¡vamos a ver a mi familia, están en una fiesta, se pasaron toda la mañana preparando la comida! y que por acto de magia en menos de media hora te encuentres sentada en una mesa, rodeada de una familia que jamás te ha visto en su vida pero que te trata como si te conocieran de siempre, celebrando a un desconocido con el acto más noble que pude tener, comer de todo lo que en su honor se había preparado. En cuanto llegamos nos montaron una mesa por la que empezaron a desfilar ollitas de barro con guisos recién recalentados: rajas con queso, cochinita pibil, tinga, mole verde...¡Mole poblano! Una jarra de agua de jamaica, fue el centro de mis deseos hechos realidad, las cebollas moradas con chile habanero -que pica hasta la madre- mi más rico tormento y el olor a tortillas calientes traídas por el padre de Marlen cada tres minutos a la mesa, la imagen que me caló y que guardaré de esa familia siempre...
Gracias Marlen.
El domingo se come en familia...aunque no sea tuya.
lunes, 10 de noviembre de 2008
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