miércoles, 5 de noviembre de 2008

Próxima estación, Esperanza.

Casi nadie desconocía las leyendas que rodeaban a la mafia del top-manta en España: un villano malo-malo daba a los moritos un préstamo en discos piratas y una manta para venderlos en la calle, el morito en cuestión debía ser ágil y avispado para cuidarse de que no llegara la poli (si esta aparecía de pronto y plantaba un pie sobre el tendido...el morito estaba perdido...debía correr como alma que lleva el diablo para que los municipales no le pidieran los papeles, dejandose el sustento y la música. Y ahí estaba el moro endeudado de nuevo, hasta que un día pudiera librarse consiguiendo pagar la inversión inicial y por fin ganar unos "uros".

Hoy en un viaje en metro -si debo tomar transporte público en DF, tomo el subte- porque si vas por ahí te puede caer encima una avioneta con un Secretario de Gobernación y su equipo en la cabeza...entonces decía: que hoy en el metro me pregunté si no habría detrás de los vendedores de discos una mafia, quizá una secta...sus adeptos son ciegos con los ojos nublados casi siempre a la vista; van cargados con reproductores portátiles que esconden en unas mochilas a las que hacen agujeros para que el espantoso sonido escape e inunde el vagon, gritan mientras las compilaciones cumbieras pasan de un hit a otro, cobran diez pesos por cada disco prohibido y con un remoto controlan cada nueva cantaleta. Me pregunté si no habrá aquí otro malo-malo, que "ayuda" a los ciegos para hacerse con su discoteca móvil y al final del viaje los reúne para chuparles el dinero que se genera de estas rocolas-ciegas y andantes. Quizá la única que no lo sabía era yo, estaba a la vista de todos.

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